por Vito Amalfitano
Inglaterra vuelve de la frustración. Ahora sí hace valer su liga. Con un equipo en el que todos los futbolistas juegan en la Premier, los británicos regresan a los cuartos de final de un Mundial como no lo lograban desde 2006.
Es un dilema del fútbol contemporáneo. Porque Inglaterra no tiene, o no tenía hasta acá, una selección a la altura de la fortaleza de su liga.
En esta noche fría, madrugada con llovizna en Moscú, que no parece de verano, los británicos empiezan a resolver ese dilema, al menos desde un resultado que los coloca entre los ocho mejores de la Copa del Mundo. O los ocho primeros, en todo caso. Y logran el pasaporte a cuartos de final de Rusia 2018, instancia en la que enfrentará a Suecia, con una lista de 23 futbolistas que juegan en la liga local.
La Premier también mutó. Su poderío se construyó desde el ida y vuelta, un fútbol casi sin transiciones, a alta velocidad. Pero se enriqueció con nuevas escuelas. El Arsenal de Arsene Wenger, más allá de vaivenes en los resultados, dejó una marca. La idea de jugar de otra manera aun en la competencia más vertiginosa. La Era Ferguson ofrendó el sello de la competitividad. Después vino Pep, y demostró que con un estilo diferente, menos físico, más técnico, también se puede coronar en la Premier y con cierta supremacía. La escuela de Tothenham, con la línea de Pochettino, también le aporta a la selección, tanto como tres jugadores del equipo titular ante Colombia, entre ellos el goleador del Mundial, y dos más que ingresaron.
No le sobraron luces a Inglaterra ante Colombia. Es más, no fue superior en el balance. Sostuvo el dominio en el primer tiempo. Reaccionó de la agonía en el segundo tiempo suplementario. Y se llevó todo en los penales. Pero diseminó por el campo del Spartak Stadium el florecimiento de algo de esas semillas nuevas que se plantaron en la Premier. La intención de salir al toque, de ser un equipo más corto que las viejas escuadras inglesas, el atrevimiento de Sterling, la voracidad de Harry Kane.
Un largo rato después del final del partido, cuando todavía quedamos unos pocos periodistas escribiendo en los pupitres del estadio de Spartak, persistentes ante el frío reinante, se aparece de repente el técnico Gareth Southgate, con su elegante chaleco inglés, y se dirige a la cabecera que da al monumento a Espartaco, de 24 metros de altura, y se suma a los cánticos del puñado de hinchas ingleses que siguen la celebración allí desde hace casi una hora.
Southgate hace los gestos como que está dirigiendo una orquesta y se escucha música de los Beatles y otras bandas, entonada por los propios aficionados (ya no parecen hooligans).
Hasta hace un rato el estadio era todo amarillo y parecía el Metropolitano de Barranquilla. Había 30.000 colombianos. Ahora solo queda este puñado de ingleses y Southgate frente a ellos.
Otra imagen que nos deja un nuevo acertijo por resolver. El fenómeno de un Mundial que se juega en Europa pero en el que en todos los estadios son “locales” las selecciones americanas o del “tercer mundo”. Cuesta explicarlo desde lo económico, por ahí sí desde lo político, con pueblos que se mimetizan con sus gobiernos y le dan la espalda a la grandeza de Rusia mientras siguen contribuyendo al mundo unipolar. Respuesta abierta, como la del dilema de la Premier y su selección. Aunque esta noche se achicó la brecha entre ellas.
@vitomundial